lunes, 8 de octubre de 2012

Espejo, espejito

Los lunes por la tarde, son, por definición, hostiles pero Madrid ofrece remedios amables contra los inicios de semana, una sala de cine pequeña y una peícula muda y en blanco y negro puede ser uno de esos eficaces paliativos.
He visto esta tarde Blancanieves, de Pablo Berger, y su visionado me ha inmunizado contra todos los ataques que me tenga reservada esta semana. Hay tanta belleza en sus imágenes, tantas emociones y tan intensas en una historia que pese a ser por obligación arquetípica y tópica está tan plagada de inspiración y de buen cine que merece ser tomada en dosis semanales, una cada lunes después de las comidas o antes de las cenas, si estas son entre amigos.
Blancanieves es un ejercicio de cine puro, de sentimientos y emociones administrados sin mesura pero con maestría, de llantos y de carcajadas enmarcados en algunas de las más bellas imágenes que han aparecido en una película española en los últimos años.
He salido del cine ordenando en mi mente y fijando en mi memoria todo lo que he visto y sentido pero sin poder dejar de pensar también en ese bulo imbécil que ha recorrido internet según el cual, para el rodaje de la película se habían matado dos toros.
No muere un sólo toro en toda la película, ni siquiera se ve alguno ya muerto, no hay violencia ni crueldad contra los animales en la película por mucho que la historia se desarrolle en el mundo taurino del principios del siglo veinte, pero no importa, no necesitamos comprobar un bulo para darle pábulo, para que crezca de boca en boca, los españoles somos fabuladores, cuentistas, y eso nos vuelve a veces marrulleros, embusteros.
La mentira es más grave cuando sirve a fines nobles, como en este caso en el que se intenta luchar contra la crueldad animal, o como cuando para atacar la sangrante política económica del gobierno español circuló de ordenador en ordenador una lista de los logros políticos de François Hollande igualmente fabulosa como fabulada, o tantas otras veces que no merece la pena enumerar.
Así somos, si no tenemos argumentos nos los inventamos, como madrastras de Blancanieves necesitamos un espejo que nos devuelva nuestra imagen magnificada y glorificada, aunque todo sea un engaño. Pero no somos Maribel Verdú, no tenemos su inmensa capacidad de interpretación y al final las mentiras tienen las patas demasiado cortas como para que un bulo repetido acabe por ser verdad.



1 comentario:

  1. Sinceramente, me sorprende que este post (por lo demás, muy bien escrito) haya levantado un poco de polémica en feisbuk. Y lo que más me sorprende es que alguien se haya sentido aludido, atacado o insultado por él.

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